Había una vez un rey grande,
en un país chiquito.
En el país chiquito vivían hombres,
mujeres y niños.
Pero el rey nunca hablaba con ellos,
solamente les ordenaba.
Y como no hablaba con ellos,
no sabía lo que querían,
lo que no querían,
Y si por casualidad alguna vez lo sabía,
no le interesaba
El rey grande del país chiquito, ordenaba,
solamente ordenaba;
ordenaba esto, aquello y lo de más allá.
Que hablaran o que no hablaran,
que hicieran así o que hiciera asá.
Tantas órdenes dio,
que un día no tuvo más cosas que ordenar.
Entonces se encerró en su castillo
y pensó, y pensó, hasta que decidió:
“Ordenaré que todos
pinten sus casas de gris”.
Y todos pintaron sus casas de gris.
Todos menos uno,
uno que estaba sentado mirando el cielo.
Y vio pasa una paloma roja azul y blanca.
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en un país chiquito.
En el país chiquito vivían hombres,
mujeres y niños.
Pero el rey nunca hablaba con ellos,
solamente les ordenaba.
Y como no hablaba con ellos,
no sabía lo que querían,
lo que no querían,
Y si por casualidad alguna vez lo sabía,
no le interesaba
El rey grande del país chiquito, ordenaba,
solamente ordenaba;
ordenaba esto, aquello y lo de más allá.
Que hablaran o que no hablaran,
que hicieran así o que hiciera asá.
Tantas órdenes dio,
que un día no tuvo más cosas que ordenar.
Entonces se encerró en su castillo
y pensó, y pensó, hasta que decidió:
“Ordenaré que todos
pinten sus casas de gris”.
Y todos pintaron sus casas de gris.
Todos menos uno,
uno que estaba sentado mirando el cielo.
Y vio pasa una paloma roja azul y blanca.
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